Donación de SRI para el taxi de Roquetas de Mar

El Ayuntamiento de Roquetas de Mar a través de su Gabinete de Educación Vial ha promovido una donación de unos sistemas de retención infantil para el sector del taxi con el objetivo de mejorar la seguridad vial del municipio.

Los sistemas de seguridad han sido donados al taxi de parte de la Fundación Smart-Baby Joie en el acto de entrega celebrado estuvieron presentes el alcalde de Roquetas de Mar, Gabriel Amat, el concejal del Área de Movilidad, Francisco Gutiérrez.

Los taxistas también quisieron agradecer a la Fundación la generosidad mostrada e hicieron entrega de una placa de manos del presidente de la asociación de taxis, Nicolas Manzano que resalto que “Gracias a estas sillas proporcionamos un servicio de calidad que cada vez es más conocido y solicitado por los clientes”.

Al acto también acudieron el intendente jefe de la Policía Local Miguel Ángel López y los agentes que componen el Gabinete de Educación Vial, Ricardo Alemán, Rogelio Pomares y Rafael Moya. Estos serán los encargados de impartir en próximas fechas unas de jornadas de formación sobre el correo uso de los SRI

«Me abracé a él y le dije: llévame a casa, que me estoy muriendo»

La asturiana María Luz Laviana no ha parado hasta encontrar al taxista que la salvó cuando sufrió un tromboembolismo pulmonar masivo.

El pasado 22 de diciembre, el mismo día que media España se levantaba con la esperanza de recibir la suerte del Sorteo de Navidad, María Luz Laviana se disponía a desplazarse hasta la Estación Intermodal desde donde partiría hasta su Asturias natal para pasar las vacaciones con su familia. Pero no llegaría muy lejos, ya que en el camino sufrió un tromboembolismo pulmonar masivo que, de no ser por la rápida actuación del taxista que la llevaba, habría acabado con su vida.

María Luz, que un mes después de lo ocurrido salió del Hospital de Torrecárdenas, donde llegó a estar ingresada en la UCI, no paró desde entonces hasta que dio con su «ángel salvador», que resultó ser Francisco Manuel Juarez, del taxi número 28 de Roquetas de Mar, para agradecerle su colaboración y rápida intervención.

Ambos se han convertido en una celebridad estos días en la parada de taxis de Roquetas, situada en la Avenida Juan Carlos I, donde María Luz pasa a menudo para saludar a los taxistas.

Aquella mañana, esta asturiana afincada en Roquetas desde los años 70 y que tiene 84 años, se empezó a sentir indispuesta poco antes de subirse al taxi en dirección a la capital. La suerte quiso que Francisco fuera el que atendiera el servicio, un taxista que trabaja en el turno de noche y que antes que conductor de taxis, había trabajado durante varios años como conductor de ambulancias en el centro de salud de Roquetas, el Hospital de Torrecárdenas y el Hospital del Poniente.

Francisco se ofreció a llevar a María Luz a urgencias del centro roquetero, pero ella insistió en ir a la estación. Sin embargo, nada más bajar del coche se sintió tal mal que «me abracé a él y le dije, llévame a casa que me estoy muriendo», recuerda ella misma.

El taxista tuvo que coger a la anciana y acudir corriendo al centro de urgencias más cercano, que los compañeros por radio le indicaron que era la Bola Azul de la capital. «El rato ese iba con mucha tensión, en esos cinco minutos no dejaba de pensar que se me quedaba en el coche», cuenta Francisco, sabedor de la gravedad de esas situaciones. «Llegó justo a tiempo, si tarda unos minutos más le da una trombosis y se le encharcan los pulmones», explica.

Francisco, que acababa el turno justo a esa hora, se ofreció a quedarse con la anciana. «Me quedé hasta que el médico me dijo que me fuera», recuerda bajo la atenta mirada de María Luz, quien se deshace en agradecimientos hacia su salvador, al igual que hacia las enfermeras de la sexta planta de Torrecárdenas, en la que permaneció un mes para recuperarse. «Han sido todos maravillosos», afirma refiriéndose al taxista y al equipo médico que le atendió en este tiempo.

María Luz habla con la voz de la experiencia, a sus 84 años ya ha pasado por numerosas intervenciones y cuando vivía en Bélgica llegó a tener gangrena y los médicos descartaron cortarle el brazo porque daban por hecho que moriría. Pero la vitalidad de esta mujer y sus ganas de vivir, evitaron el fatal desenlace. «Los médicos de Bruselas me llamaban la pequeña milagrosa», recuerda de aquellos momentos.

Fuente: periódico ideal